Quedémonos al sol
"Siento bronca. Aquello que nunca pude descifrar, que describía como una mezcla extraña de emociones es solo bronca. Enojo hacia el, que no puedo ni nunca pude canalizar. Y por más que lo no-admita, que pretenda su no-existencia física, sigue ahí. Es un miedo latente en mi que no puedo terminar de superar. Y eso me da bronca. Me frustra, me hace andar más despacio, me frena. No quiero más eso, pero realmente no sé cómo detenerlo, cómo parar esta maquinaria. Y me pongo a pensar que quizás si deberíamos hablar, dejar que me cague a puteadas, y yo a el, tener el último round... pero pensándolo bien, no tengo nada más para decirle. Salvo un 'Ya no influís más en mi', pero creo que es no se dice de forma explícita, solo se deja ver a traves de las acciones. Debería mostrarme despreocupada ante un comentario suyo? O contestarle? Eso daría lugar a más guerra estúpida. Me iluminé. No tengo que fingir indiferencia, pretender que no me importa, realmente no me importa. No me conoce, no sabe cómo soy, se agarra de mis debilidades, de mis puntos oscuros, pero no conoce mi luz, el poder de mi fe. No quiero hablar con el, no por rencorosa sino porque no tengo nada para decirle, nada que piense o sienta acerca de el que sea importante. Estoy bien por este camino."
Frangmento de uno de mis escritos, del año 2004 probablemente. Luego de mi corazón haber sido roto por enésima vez, y mis ilusiones trituradas por vigésima, despechada escribí eso. Pero me iluminé en el medio. Quizás esa noche fue la culpable de la mayoría de las decisiones que tomé después. Y de lo feliz que fui. Vino otra iluminación más tarde, que celebraba la paz entre todos, e incluso la comunicación sana. Ahora bien, no pretendía hablar sobre eso, uno de los puntos quizás más irrelevantes de mi budista existencia, sino sobre aquel concepto, la luz, el poder de mi fe. Aquellos que no encuentran su propia luz, sólo ven sus debilidades, sus partes oscuras, y se quedan solo con eso. Y por supuesto proyectan lo mismo en los demás, pero no saben que la luz contiene tal energía constructiva que muchas veces puede superar a la energía destructiva de la oscuridad. Es necesario aniquilar tanto como construir, pero en la lucha por la supervivencia -cuando un otro trata de manejarnos, de sacar lo peor en nosotros- ahí aparece la luz, la sabiduría creativa, el arte de amalgamar para construir nuevos caminos, nuevos puentes e incluso nuevas estructuras.
Ya soy todo un corazón que no para de crecer... en este momento de mi vida, estoy construyendo más que destruyendo. Por lo general, el destruir implica menos energía que el construir, es más sencillo y menos agotador empujar algo a un barranco que armarlo. Por eso, estoy cansada. Muy. Pero es un cansancio muy propio, muy auténtico. Cada gota de sudor que resbala por mi frente es mía, surge de lo más profundo de mi alma, es la energía universal misma trabajando desde mi cuerpo. Amo todo lo que he creado y cuidado hasta ahora. Mis amigos, mi familia, mis (ex)amantes, mi filosofía de vida, mi cuarto, mis libros, mi música, mi arte. Todo. Y sé que todavía queda tanto por hacer. Pero no me llevo todo el crédito yo sola, no, solo una parte. La otra le corresponde a todas estas personas que me ayudaron a conformar las únicas relaciones que tengo con cada uno de ellos. Y a la naturaleza también, incluyendo con esto a la sociedad actual y a sus antecesoras, que aportaron lo suyo para crear esta especie de autenticidad que me está haciendo tanto bien, y que me está conduciendo por esta vida mortal, que no tiene sentido alguno, pero en la que al fin y al cabo está todo conectado, como en una gran tela.
Frangmento de uno de mis escritos, del año 2004 probablemente. Luego de mi corazón haber sido roto por enésima vez, y mis ilusiones trituradas por vigésima, despechada escribí eso. Pero me iluminé en el medio. Quizás esa noche fue la culpable de la mayoría de las decisiones que tomé después. Y de lo feliz que fui. Vino otra iluminación más tarde, que celebraba la paz entre todos, e incluso la comunicación sana. Ahora bien, no pretendía hablar sobre eso, uno de los puntos quizás más irrelevantes de mi budista existencia, sino sobre aquel concepto, la luz, el poder de mi fe. Aquellos que no encuentran su propia luz, sólo ven sus debilidades, sus partes oscuras, y se quedan solo con eso. Y por supuesto proyectan lo mismo en los demás, pero no saben que la luz contiene tal energía constructiva que muchas veces puede superar a la energía destructiva de la oscuridad. Es necesario aniquilar tanto como construir, pero en la lucha por la supervivencia -cuando un otro trata de manejarnos, de sacar lo peor en nosotros- ahí aparece la luz, la sabiduría creativa, el arte de amalgamar para construir nuevos caminos, nuevos puentes e incluso nuevas estructuras.
Ya soy todo un corazón que no para de crecer... en este momento de mi vida, estoy construyendo más que destruyendo. Por lo general, el destruir implica menos energía que el construir, es más sencillo y menos agotador empujar algo a un barranco que armarlo. Por eso, estoy cansada. Muy. Pero es un cansancio muy propio, muy auténtico. Cada gota de sudor que resbala por mi frente es mía, surge de lo más profundo de mi alma, es la energía universal misma trabajando desde mi cuerpo. Amo todo lo que he creado y cuidado hasta ahora. Mis amigos, mi familia, mis (ex)amantes, mi filosofía de vida, mi cuarto, mis libros, mi música, mi arte. Todo. Y sé que todavía queda tanto por hacer. Pero no me llevo todo el crédito yo sola, no, solo una parte. La otra le corresponde a todas estas personas que me ayudaron a conformar las únicas relaciones que tengo con cada uno de ellos. Y a la naturaleza también, incluyendo con esto a la sociedad actual y a sus antecesoras, que aportaron lo suyo para crear esta especie de autenticidad que me está haciendo tanto bien, y que me está conduciendo por esta vida mortal, que no tiene sentido alguno, pero en la que al fin y al cabo está todo conectado, como en una gran tela.