martes, septiembre 06, 2005

Tedium Vitae

En el Pasaje Salalá vive mucha gente. Hay una iglesia, un comedor, una veterinaria. Me atrevería a decir que conforman una pequeña comunidad cerrada, pero abierta los ojos de los curiosos que -como yo- pretenden conocerla, y disfrutarla.
Me bastó con eso para disfrutar. Para sentir placer, me alcanzó con observar pasivamente y deleitarme con los pequeños detalles del pasaje, sus adoquines, las ventanas de las casas, la puerta de la iglesia, las caras de los chicos que jugaban. Por qué esperar? Por qué perdernos tanto? La espera desespera, y más aún si no se sabe exactamente qué es lo que se espera desesperando.
Por eso, y porque el sol en las mañanas entrando por las rendijas de mi ventana es arte en si mismo; y porque verlo a mi hermano sonreír es una iluminación casi divina; y porque existen aquellas charlas de café en las que las palabras conforman otro ser con vida propia; y porque la música traspasa los límites de que la carne impone y atraviesa el alma, tocándola, a veces masajeandola, otras veces desgarrándola; y porque el sol sigue saliendo, y el mundo sigue girando y la naturaleza despierta una y otra vez esperando que alimenten su sed voraz de ser conocida y reconocida; y porque creo en el amor, ya que nunca estoy satisfecha, y aquella utopía más perfecta, más acabada, más íntima, me guía a traves del tiempo y el espacio. Por todo eso, mi 'tedium vitae' desaparece, se esfuma, se vuelve vapor de agua. Se escribe en el viento otra frase, quizás profética, quizás pagana, quizás solo el último intento, el no querer caer, el aferrarse a la existencia pacífica y feliz: 'Allá, se asoma, lo veo proyectado en el escenario: el esplendor'.